Un día, cansado de esperar, decide abandonar ese mundo artificial para salir a buscar su propia historia.

En su travesía nocturna recorre distintos hogares, mirando con nostalgia cómo otros niños abrazan a sus peluches, mientras él es rechazado una y otra vez: ya nadie necesita uno más.

A medida que avanza la noche y la lluvia lo empapa, el peluche se va desdibujando en la indiferencia del mundo. Hasta que, al borde del abandono total, encuentra una fogata en las afueras de la ciudad para intentar calentarse. Pero al ser de felpa, su cuerpo se inflama rápidamente. Y es ahí, en medio de las llamas, donde alucina con la vida que le habría gustado tener: una donde fue amado, abrazado, elegido. Esa última fantasía, más poderosa que el dolor— es lo que finalmente da termino al cortometraje.